viernes, 29 de mayo de 2009

EL MANDAMIENTO DE CRISTO

Introducción.

Seguramente usted ha oído hablar de Jesucristo, acerca de su sacrificio por la humanidad y de su obra en esta tierra, donde vivió hasta la edad de treinta y tres años; y aunque usted no haya recibido mucho conocimiento sobre los mandamientos que él dio, de seguro sabe que lo que él dice es sumamente importante, porque se trata de Dios mismo hablando al hombre, dejando su gloria para venir al mundo y mostrar que él es “…el camino la verdad y la vida…” (Juan 14:6).

Por lo tanto, decirle que cuando él da un mandamiento es porque está investido de autoridad, a causa de que Dios, el Padre, por el sacrificio que Jesús hizo le ha hecho Señor y Cristo, como lo atestiguó Pedro a los habitantes de Jerusalén en el día de pentecostés (Hechos 2:36) sería por demás; pues desde niños esto nos han inculcado nuestros padres, a tener respeto por él, a amarle. No por nada él dijo: “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos…” (Mt. 28:18-20).

Entender la autoridad que tiene su palabra es trascendente para no alterar su enseñanza, así que, analicemos algunas ocasiones en las que él se refirió a ella.

La palabra de Cristo.

En una ocasión dialogando con los judíos, cuando estos se negaron a creerle, les advirtió: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” (Juan 12:48). Y dijo todo esto porque lo que ordenaba también eran mandamientos del Padre, así que rechazarlo a él, sería rechazar también al Padre (Juan 12:49-50).

Lo interesante en este dialogó es que habla del poder de su palabra, porque ella será la que les juzgue en el fin del mundo, o como dijo él “en el día postrero” en aquel tiempo les recordará como no dieron importancia a su mensaje, como rehusaron aceptarlo.

La palabra de Cristo también es sinónimo de seguridad, lo que él declara es cierto, por ello debemos y podemos confiar en él. Para ilustrar esto veamos lo que dijo a sus apóstoles cuando ellos están turbados, porque les acababa de anunciar que iba a morir en la cruz, el pasaje está en el evangelio de Juan y dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:1-3). Si no fuera verdad que en el cielo, en la casa del Padre, hubiera muchas moradas, Jesús jamás lo hubiera declarado, él siempre se manejó con veracidad, ¡jamás mintió a nadie!.

La Biblia resalta esta cualidad de Dios en varios pasajes, veamos: “en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:2). ¿Qué no puede hacer Dios? ¿Qué no puede hacer Cristo? Mentir, porque no es parte de su naturaleza. Otro pasaje es Hebreos 6:17-18:

“Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.”

De esta manera he querido enseñarle que si Dios dice algo lo va cumplir y que alterar su palabra, o restarle importancia, aun cuestionarla para no obedecerla es un pecado. Aquí van unos ejemplos más donde se enseña la autoridad de Jesús y sus palabras:

Su autoridad sobre el mar.

“Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? QUÉ HOMBRE ES ÉSTE, QUE AUN LOS VIENTOS Y EL MAR LE OBEDECEN?” (Mateo 8:24-27).

Su autoridad sobre los demonios.

“Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.” (Marcos 1:23-28).


Su autoridad en la enseñanza.

“Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” (Marcos 1:22).


Su autoridad para perdonar pecados.

“Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.” (Marcos 2:5-11).

Todos estos pasajes atestiguan la autoridad que Jesús tiene y lo importante que es recordar este punto cuando leamos sus declaraciones, porque al saber que no miente y que lo que dice tiene autoridad, tendremos por seguro que desobedecer sus mandamientos traerá consecuencias negativas, así como obedecerlos traerá positivas.


El mandamiento de Jesús para obtener la salvación.

A pesar de que sabemos que las palabras de Jesús deben tomarse seriamente y alterar su mensaje es malo, no falta quien altere el siguiente mandamiento:

“les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15-16).

Esta orden fue dada a los apóstoles poco antes de despedirse de ellos, la cual enseguida obedecieron como lo veremos a continuación. La orden de Cristo era que fueran a dar la noticia (el evangelio) a todos y que los que creyeran en la resurrección de Cristo fueran bautizados para ser salvos, dos pues fueron los requisitos que Cristo estableció: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”, los que están unidos por una conjunción: “y”, que además están a la misma altura, esto es, que ninguno es menos necesario que el otro, además que sólo cumpliendo con ambos, obtendrán lo que se anuncia después del signo de la coma (,): será salvo. Así de simple el Señor lo estipuló.

Sin embargo en nuestros días muchos niegan que el bautismo sea necesario para la salvación, alterando las palabras de Cristo o bien sustituyéndolas por otra cosa, como la famosa oración de salvación que invitan algunos grupos religiosos a practicar a todo aquel que le hablan de Cristo, y la que, desde luego, no fue ordenada por Jesús.

¿Se da cuenta usted del error que cometen? ¿Qué acaso ellos ignoran que Jesús tiene toda autoridad? Desde luego que no, pero aun así se empecinan en cuestionarlo: que sí no hay agua para bautizar, que sí está en un hospital, etc. ¿No sería más sencillo obedecer a Cristo y dejarse de todo eso? Si usted querida alma, sabe que Cristo ordenó que se predicara el evangelio y dijo que al creyere y fuere bautizado, será salvo, pues no participe con aquellos que nieguen esta verdad.

A Cristo le obedecían los demonios, el mar, pero ¿y nosotros le obedeceremos? Por amor a Dios no permita que se alteren las palabras de Cristo, para muchos bastaría con que les dijéramos Cristo lo dijo, para que inmediatamente obedecieran, ¿pero bastará esto para todos aquellos que niegan que el bautismo, es decir, ser sumergido en agua sea necesario para ser salvo (Mr. 16:16), para perdón de pecados (Hechos 2:38)?.

Los apóstoles obedecieron las palabras de Cristo, en todo el libro de los Hechos tenemos testimonios para probarlo, empezando por el resultado de la primera predicación de Pedro: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.” (Hechos 2:41). No sólo los apóstoles sino también los que no lo eran hicieron lo mismo, pues tenemos ejemplo de Felipe: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.” (Hechos 8:12).


¿Lo ve? Así que obedezcamos el mandamiento de Cristo, si usted aun no ha obedecido le invitamos a ponerse en contacto con nosotros, Cristo desea darle la salvación, pero usted debe hacer lo que él dijo, estaremos felices de ayudarle, para que juntos obedezcamos el mandamiento de Cristo.

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